En el proceso de socialización nuestros padres se preocupan por formarnos en los conocimientos habilidades que consideran serán necesarias en nuestro desempeño personal y social, nos enseñan lo que es apropiado y lo que no, nos enseñan a hablar, a comer en la mesa, a modular nuestras emociones, así como una serie de costumbres sociales relacionadas con el género, por ejemplo: “los niños no lloran”, “las niñas no gritan”, entre otras cosas. Si bien es cierto que, que en los países occidentales la rigidez de los roles sociales se ha flexibilizado, y los modeles educativos han realizado esfuerzos por incluir y fomentar la formación en gestión de las emociones, aún queda mucho camino por recorrer.
En los años 90, la psicología hizo un cambio de paradigma, pasando de modelos centrados en la enfermedad, la inteligencia y los déficits, a estudiar el bienestar psicológico, las emociones y la felicidad, creando una corriente científica denominada psicología positiva. En ese nuevo devenir de la investigación psicológica, se desarrollaron las investigaciones y trabajos de importantes psicólogos como Howard Gardner (Inteligencias Múltiples), Daniel Goleman, Peter Salovey y John Mayer (Inteligencia emocional) quienes han contribuido en la visualizar la importancia de la gestión emocional y facilitaron su conocimiento en el gran público.
Vamos a clarificar conceptos, las emociones y la inteligencia emocional no son los mismo, pero si están íntimamente relacionadas. Las primeras, son reacciones temporales de nuestro organismo ante cambios o estímulos internos o externos; hay emociones básicas (alegría, ira, tristeza, asco, miedo, sorpresa) presentes en todas las culturas, sin embargo, su expresión y manejo puede ser muy diferente entre personas y grupos sociales, tradicionalmente en la cultura occidental, no se nos ha enseñado o animado a la exploración de nuestras emociones, más bien lo contrario a reprimirlas o expresarlas solo en los espacios más íntimos.
Las emociones nos ayudan a aprender de nuestras experiencias y de las de otros, nos ayudan a conocernos a nosotros mismos, a actuar, a cuidarnos, a reflexionar son una herramienta clave para las relaciones sociales y nos dan la energía para actuar.
En cambio, la inteligencia emocional son las capacidades y habilidades desarrolladas a través de una buena gestión emocional, es decir, comprender, discriminar y manejar nuestras propias emociones, así como entender las de los demás y usarlas para guiar nuestro pensamiento y acciones.
Entonces, para poder desarrollar la inteligencia emocional hay que empezar por el autoconocimiento, por aprender a identificar nuestros estados emocionales, diferenciar los matices, la intensidad, nuestras flaquezas y puntos fuertes emocionales, etc. Así como comprender cómo las emociones influyen en nuestro comportamiento.
Este autoconocimiento nos guiará en la comprensión de lo que realmente sentimos nos permitirá desarrollar y potenciar nuestra capacidad de amar, convivir, relacionarnos con nuestros semejantes y aprender a ser felices.
El autocontrol sería un segundo elemento de la inteligencia emocional; conociendo nuestros estados emocionales somos capaces de reflexionar sobre su fugacidad, controlar los estallidos emocionales podemos regularlos al aprender técnicas sencillas como la respiración profunda, expresarlos y verbalizarlos de forma sana; lo que nos ayudará a utilizar de manera consciente los aspectos positivos de las emociones, tales como motivación, reflexión, cuidado, etc.
El tercer elemento seria la automotivación, el conocimiento emocional que nos permite dirigir la potencia de nuestras emociones de manera efectiva, enfocada dirigida hacia nuestras metas y sostenerlas en le tiempo cuando las cosas se ponen difíciles.
Cuarto elemento o habilidad para potenciar inteligencia emocional sería la empatía, conociendo y regulando nuestras propias emociones, somos capaces de entender como se sienten los demás y podemos más fácilmente interpretar señales no verbales como gestos, miradas y comprender sus reacciones mejorando así nuestros vínculos y relaciones.
Quinto elementos, las habilidades sociales, capacidades que nos permiten comportarnos en situaciones sociales de manera efectiva. Estas habilidades nos dan acceso a la expresión de nuestros sentimientos, actitudes, intereses, de una forma apropiada al contexto y el momento, lo que favorece las relaciones interpersonales, mejora nuestro bienestar y ayuda a la consecución de nuestras metas.
El desarrollo de la inteligencia emocional está vinculado al éxito personal y profesional, es como una caja de herramientas que hace que nuestra vida y la de los demás sea más fácil, nos genera bienestar psicológico, nos permite desarrollar relaciones saludables y contribuir positivamente en nuestros entornos comunitarios y profesionales. ¿Te animas a empezar el reto de conocer y manejar tus emociones?
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