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La guerra en Ucrania y el impacto emocional de las migraciones forzadas

Dia 100 de la guerra en Ucrania, como cualquier otra guerra es una pesadilla de la que preferiríamos despertar. Es el lamento de una oportunidad perdida para el entendimiento y del rescate de lo que nos une como seres humanos.

No puedo más que pensar de nuevo en el impacto emocional de las migraciones, en este caso en particular, de las migraciones forzadas. Migración forzada es aquella que no es elegida, sino es una decisión que se toma para proteger la propia vida o la subsistencia inmediata de la familia, donde analizada frente a otras opciones surge como la única posible o la menos mala dentro de las alternativas viables. El escenario es tal, que las personas son “obligadas” a abandonar sus lugares de residencia habitual y buscar protección y resguardo; se pueden dar como desplazamientos internos, es decir dentro del mismo país o fuera de sus fronteras que serían internacionales.


Las personas en Ucrania en medio del conflicto bélico se han tenido que enfrentar en un espacio de tiempo muy corto a un cambio de vida radical, han tenido que huir del país para salvar su vida, familia y animales, o armarse, aunque no supieran nada de milicia e irse al campo de batalla a luchar.


Las personas de Ucrania que se ha visto obligadas a migrar, igual que las de Siria anteriormente y tantos otros países, experimentan una intensidad de estímulos, emociones y situaciones nuevas, y tiene que tomar una serie de decisiones vitales de forma súbita, cuyas consecuencias les implican una incursión en lo desconocido, así como comprometerse con los hechos futuros sin garantías y afrontar sus posibles consecuencias. Lo anterior, provoca de forma inevitable sentimientos de temor, tristeza, ansiedad, bloqueo emocional y trauma.


Aunque migrar es un acontecimiento permanente en la historia de la humanidad, que va cambiando en función del momento histórico, las realidades socioeconómicas y personales, las migraciones forzadas producto de la guerra como en Ucrania, se producen de manera intensa para evitar los efectos del conflicto armado, de situaciones de violencia generalizada y de violaciones de los derechos humanos. Las personas pasan de tener una vida normal a convertirse en soldados, desplazados o refugiados, sin ningún otro poder de decisión que salvaguardar la vida, la de su familia o país.


La migración como evento vital produce un fuerte cambio psicológico, las personas se mueven entre la sorpresa del anonimato y el desarraigo que sufre al perder el contacto con cosas que se percibían como señas de su identidad. En el caso de las migraciones forzadas y situación de refugio, al principio todos los recursos psicológicos se movilizan para atender la situación de urgencia, las secuelas emocionales se irían apreciando con el tiempo, a veces surgen incluso años después.


Dentro de las consecuencias pueden aparecer menoscabo del sentimiento de la identidad, la personalidad, las relaciones y la regulación emocional. Su sintomatología, puede parecerse a la del “trastorno de estrés postraumático”: memorias traumáticas intrusivas y recurrentes, evitación de situaciones, personas, objetos que recuerdan al trauma, parálisis emocional y aumento de la alerta o la reactividad.


En estas situaciones de estrés crónico complejo, las demandas externas e internas superan los recursos adaptativos de las personas siendo un desafío ya que requiere la adaptación a una nueva realidad, pero sin poder disponer de los mismos recursos emocionales, familiares y sociales que tenía en su país de origen.

Las consecuencias a largo plazo dependerán en parte de la red de apoyo de la que las personas dispongan en sus lugares de destino para mitigar la intensidad emocional de las situaciones traumáticas que han atravesado, no solo por el riesgo para sus vidas sino por la desmembración de las familias, la desaparición de sus trabajos, pérdida de estatus, la ruptura de la sensación de seguridad que da lo conocido, las muertes y la destrucción de lugares emblemáticos. Por eso es tan importante toda la movilización social e institucional que estamos presenciando, especialmente en Europa, para ayudarles a hacer más llevadero el aterrizaje en esta nueva realidad y en su cambio de rol a refugiados.


Estas migraciones forzadas ponen a prueba la fortaleza de la salud mental de la persona, y la capacidad para superar este evento traumático dependerá también de los recursos internos de cada persona (autoestima, valores, actitud vital, salud, etc.), la manera de responder habitualmente al estrés, su resiliencia o, por el contrario, si tenían duelos no resueltos o psicopatología previa, las cuales incrementan las dificultades para sobreponerse a los estresores en cuestión.


Si la persona cuenta con apoyo social e insitucional, así como resiliencia podría salir reforzada en el sentido de desarrollar una mayor fortaleza emocional, apreciación por la vida como presente y un abanico de aprendizajes de los que se puede salir fortalecida

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