En una sociedad como la nuestra en la que diariamente los mensajes que recibimos se focalizan en la alegría, la juventud, la diversión, el placer y en la que otras emociones, valores, así como otras etapas vitales son desestimados e incluso evitados obsesivamente, resulta motivador ver la película animada «Inside Out» (Del revés en España e Intensa-Mente en Hispanoamérica).
Es especialmente cautivadora la forma en que ayuda al público a comprender la importancia y el papel que juegan cada una de nuestras emociones básicas, es en mi opinión es un magnífico trabajo el que hace el equipo de la película, quien según me he informado ha estado asesorado por Psicólogos que han desarrollado destacados trabajos en el estudio de las emociones (Paul Ekman, Dacher Keltner).
Pero… y Para qué sirve la tristeza?
La película «Inside-out» a a mi manera de ver, lo explica de forma clara, no es posible la felicidad, entendida esta como bienestar, sin la participación y la integración de las otras emociones, especialmente de la tristeza, es la aceptación consciente de nuestras emociones, la que nos permite un equilibrio sereno. Se habla constantemente de la felicidad, malentendida como un estado de alegría constante, que se nos impone en la sociedad occidental casi como una obligación; cuando por los azares propios e inevitables de la vida, los eventos nos duelen, nos entristecen, surge la voz de un familiar, compañero, pareja, etc, minimizando su importancia, incitándonos a distraernos, a estar contentos «porque siempre hay cosas peores» y desde luego… a una parte de esta buena intención no le falta razón, pero se equivoca en la forma. Es el reconocimiento, la aceptación y la vivencia de nuestras emociones la que hace que estas se integren, no se enquisten y permanezcan en el tiempo como un asunto no resuelto. La tristeza no es sufrimiento, al igual que la alegría no es la felicidad. En otras palabras, no se puede estar alegre cuando una injusticia nos arrasa, cuando nos han decepcionado o herido, cuando perdemos a alguien especial, cuando nuestra salud o la de nuestros seres queridos se ve afectada, cuando no obtenemos un logro después de haber trabajado arduamente para conseguirlo, etc. Lo adecuado y lo necesario en estos casos, es que podamos «vivir» esa tristeza, llorarla, reconocerla, no evitarla, compartirla si es posible, poco a poco desaparecerá y nos servirá para aceptar y ajustarnos a la situación. En cambio si la negamos, la evitamos, la excluimos de nuestra vida, surgirá cada vez con más fuerza y si es la forma en que afrontamos el dolor a lo largo de la vida, se hará presente de forma constante en nosotros. No se puede aprender solo de los eventos felices, de las satisfacciones, son las dificultades y los reveses de la vida los que nos fortalecen, permiten que nos desarrollemos y crezcamos como personas, son las experiencias dolorosas las que nos impulsan hacia adelante. La tristeza es la emoción que refleja en nosotros el impacto emocional de estos eventos en nosotros, es una emoción normal y necesaria, forma parte del campo emocional de las personas y favorece la aceptación y el ajuste emocional necesario para afrontar las circunstancias dolorosas. Algo muy distinto es la depresión que se manifiesta con un estado anímico de tristeza que dura más de lo normal y la persona se vuelve incapaz afrontar su día a día, no tiene ganas de hacer nada, no puede disfrutar de lo que habitualmente le daba placer, llora frecuentemente, tiene dificultades para dormir o mantener el sueño, pierde el apetito, en este caso es muy importante consultar cuanto antes con un psicólogo o un profesional de salud mental. Cierro con una frase de la película dicha por Tristeza: «llorar me ayuda a dejar de obsesionarme por el peso de los problemas». Diana Vilar
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